CURIOSIDADES GADITANAS: EL PIRATA
DE CADIZ.
Durante los siglos XVll y XVlll toda la zona del Caribe y de los Mares del
Sur junto con Cádiz (España) era los puntos calientes de la piratería
occidental. La piratería occidental estaba basada esencialmente en los
negocios, la riqueza y el poder. En otras zonas del Globo la piratería se
ejercía de forma más dilatada ya que se pirateaba por asuntos religiosos,
creencias esotéricas, ambiciones territoriales y políticas al amparo de
arcaicas tradiciones aunque en el fondo no dejaba de ser piratería y de emplear
los mismas “leyes” marineras que los piratas del triángulo del Caribe-Mares del
Sur - Cádiz.
De ése triángulo occidental reseñado, Cádiz,
representaba y era el puerto más importante
para los negocios de los piratas. Ya que en nuestra ciudad se vendían y
cambiaban las mercancías rapiñadas que más tarde iban destinadas al resto de
Europa. La Ciudad
de Cádiz en esos siglos mantenía el monopolio de las nuevas tierras
descubiertas y toda mercancía -sea cual fuere- joyas, oro, plata, perlas
preciosas y dinero pasaba por el puerto gaditano por su importante núcleo de
comerciantes y extranjeros navieros organizados escrupulosamente para tales
menesteres. Se puede decir, porque así fue, que Cádiz entonces, era el puerto más
importante del mundo por su privilegiada situación geográfica y por el enorme
tráfico que absolvía.
Actualmente circula una inconcreta y desmenuzada
leyenda sobre un pirata gaditano que tras de sí, arrastra una bella y romántica
historia. Un pirata de Cádiz, olvidado y desconocido que, levemente está saliendo
a la luz gracias al trabajo y al tesón de una serie de personas e
investigadores que se están tomando interés en darnos a conocer la historia de
nuestro paisano pirata.
Esta historia romántica del pirata paisano la conocía
ya. Me la contó el poeta cordobés Ricardo Molina en el primer año de mi salida
en carnaval en 1967. Me presentaron a Ricardo como poeta muy vinculado a Cádiz
de la que se sentía profundamente enamorado, así como de su Historia. El
carnaval en el 67 lo habían trasladado a mayo por cuestiones políticas y una
noche romántica y perfumada de azahares y yodos marineros al compás de bombo y
platillo de mi comparsa “Los Maniseros Cubanos” retozamos por todo Cádiz
cantando, bebiendo, riéndonos pasándolo
en grande mezclados y rebujados con el pueblo llano.
El poeta cordobés lo estaba pasando de maravillas con
el baño de multitudes que nos estábamos dando todos con el Primer Premio
conseguido en el Concurso del Falla. Me dijo sentirse muy feliz porque el
carnaval era una antigua pasión que nunca había vivido…”es una eclosión de todo
lo imperfecto, pero pasado por el tapiz del arte” “ Es mucho más profundo y sentencioso de lo
que yo me esperaba” y así, como así, fuimos entrando y saliendo de todos los
sitios vaso en mano en conversación amena y variada donde demostraba
fehacientemente sus conocimientos que tenia de las cosas de Cádiz.
Ricardo estuvo tres días en la ciudad, y tres días que
nos fuimos de parranda con la agrupación ya que estaba asegurada la risa y la
alegría. Un días antes de marcharse para su Córdoba sultana y mora, mientras la
comparsa cantaba en el Restaurante el Anteojo, reclinado sobre la balaustrada
de la Alameda Apodaca,
rendido ante el paisaje histórico y real que contemplaba; me contó ésta
historia del pirata gaditano…
Hacia principio del siglo XVlll la piratería en Cádiz
estaba de tal manera establecida y tolerada que el pueblo la aceptaba sin
traumas ni rechazos ya que no veía mal que la gente se dedicara a ese “trabajo”
Al fin y al cabo gracias a la “piratería” comían y hacían negocios los ricos
comerciantes y ellos mismos que les trabajaban como “porteadores” ó vigilantes
de sus mercancías. Era corriente y común que los “porteadores más audaces”
formasen sus cuadrillas prestos a todo trabajo de trapicheo que les daba buenos
beneficios. Las cuadrillas de “porteadores” estaban formadas por gente joven
fuertes y valientes aventureros. Ya de mayor; se enrolaban en una goleta o un
bergantín para recorrer el mundo..
“EL Antulo” que así llamaban al Pirata gaditano buscó
su cuadrilla de porteadores y fue ganando terreno en la piratería. Ya de mayor,
se enroló en un bergantín pirata que iba y venía del Caribe y de los Mares del
Sur a trapichear con las mercancías procedentes de sus hazañas. Por sus dotes
de mando y fuerte personalidad se hizo con un velero-bergantín, escogió su
propia tripulación, marcó las pautas y se hizo a la mar en busca de aventuras.
En una de sus arribadas a Cádiz, su tierra natal, conoció a una mujer joven de
la cual quedó profundamente enamorado. Mujer que en el próximo viaje de vueltas
sería su esposa para siempre.
El pirata gaditano conocía una pequeña isla desierta
donde estaba enterrada una fabulosa fortuna. Con su bergantín puso rumbo a la
isla para rescatar el tesoro. Pero antes de llegar a la isla una tormenta
tropical parte en dos la nave engulléndosela el mar. “El Antulo” aferrado a un
objeto flotante a los dos días se encuentra dormido en la playita de la isla
del tesoro. Allí pasa algún tiempo hasta que por fin un día en la lejanía se
divisa un barco… casualmente el barco iba para Cádiz, se hace el trato del
viaje, paga, y el “Antulo” se embarca como pasajero dejando en la isla su
ansiado tesoro. Y todo: sin hablar una sola palabra de ello.
Vuelto a Cádiz se casa con su enamorada mujer y ambos
hablan de un proyecto de construir en Cádiz una casa inspirada en el mar para
formalizar una vida familiar. En un acto de infinito amor y de generosidad El
“Antulo” le entrega a su esposa una importante cantidad de dinero y lingotes
pequeños de oro y se marcha de nuevo para la isla, no sin antes prometerle:
-que éste sería el último y definitivo viaje. Y que a la vuelta serían muy
Felices.-
El “Antulo” alquiló una goleta en el puerto gaditano,
seleccionó su tripulación con gente de su antigua cuadrilla de porteadores ya
hechos y consagrados como lobos de mar y partieron con rumbo a la Isla prometida para rescatar
el tesoro.
Dos años tardó en regresar a Cádiz victorioso y
eufórico con su botín ganado con muchos sudores y esfuerzos. La casa ya estaba
construida donde le esperaba su amada esposa ansiosa por su regreso. El
“Angulo” se apartó de su “negocio” del mar y vivió una vida sedentaria junto a
lo que más amaba en la vida. No pudieron disfrutar mucho tiempo de su nueva casa
marinera ya que la esposa falleció a los pocos meses de una terrible
enfermedad.
Y como le había prometido en vida, la enterró con
parte de la fortuna traída del Caribe como
homenaje póstumo a su eterno amor. Circulando los rumores por Cádiz del
entierro de la mujer del “Angulo” que había sido sepultada con abundante oro y
perlas preciosas. Poco tiempo faltó para que la tumba fuese asaltada y
ultrajada robando los ricos tesoros que adornaban el sueño infinito de su amada
y querida esposa.
Como un loco desesperado el “Angulo” recaba información
en el submundo pirata hasta que se entera que tres de sus antiguos porteadores
de su cuadrilla habían sido los responsables. Uno a uno los fue liquidando sin
piedad haciendo justicia por su cuenta.
Marcado por el delito, la justicia lo encierra en una
mazmorra insalubre y oscura y allí permaneció hasta el día de su muerte…
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